I
Desde entonces guardo los envoltorios de los chicles para viajar a
tu recuerdo en sus márgenes.
Recorrí con un roce el perímetro abierto de tus labios, ahondé en
tu interior y mi lengua vacía se imbuyó de aquel sabor a menta del que quise
privarte por completo.
Rebañé en tu fondo y tus carrillos hasta quedarme sin respiración.
Te separaste.
-
No besas tan bien como decías- Contestaste con la sonrisa del
triunfo que da haber mantenido el sabor propio.
Puedo mascar durante horas los chicles que le mango al del quiosco
cada tarde, pero tu menta siempre acaba volviéndose una masa amorfa de goma y
de pasado. Yo me guardo el envoltorio, pensando que el sabor no es más
permanente en el tiempo que en la boca.
II
No necesitamos saber del agua,
la muesca en la piedra,
la hoja que se desprende de la planta
la rama que bifurca sus caminos
la áspera corteza de los árboles
Nuestra piel se eriza en su presencia
y su partir retrae nuestros sentidos.
III
El picaporte gira
y se para, separa.
El quicio deja mi olor
atrapado en el aliento de la casa.
IV
El agua tiene el ritmo de la huida.
V
Oscilas con el ruido del mundo que iluminas. En tu temblor hay
brillo inadvertido.
En el aura que brota de tu cúspide se funden los colores y el
fuego que te consume poco a poco es la única seña que tengo de que existes.
[H&C]