domingo, 15 de marzo de 2009

Tal vez son las brujas, tal vez el destino


Mírate las manos.
¿Te gustan?
Más o menos como el polvo
que exprimen entre ellas como agua.
La oportunidad rojiza de fundir el abandono.
Mis manos
son de ese color que agrisa hasta las llamas.
Vuelves la vista atrás
con los ojos
cerrados con titánica demencia.
Te aferras a las tablas,
ahuyentas de tu espalda
las cicatrices que te hicieron las palabras.
La lumbre blanquecina de tus dedos
chispea entrelazada con los míos
antes de torcerse en diluidas acuarelas.
Un reguero de licor sobre
el almanaque
que yace descolgado
como un infiel cadáver en tu cama.
Deshecha para siempre
y encubierta entre las olas
de un pantano de densas alambradas.
Fracasan conmigo
todos los andares
que afilaban el silbido de tu huida.
Han quedado trajes
en armarios doblegados por la prisa.
Sin sangre entre nosotros,
somos un bucle en el cabello
que mesaba el caminante.
Si pierdes todo,
esconde tu futuro entre las uñas.
Si vuelves, carga contra todos mis reductos.
Desune de mi voz tus siete nombres
y besa con orgullo la ceniza de los sueños.
Pon las losas boca arriba
en las aceras que desgarran nuestros cuerpos.
Impídeme.
Regrésame del vértigo y la fiebre,
con sólo la palabra de tu eco
y bañado de espinas sonrientes.
Si no... perdidos son los ojos que te atrapan
y sin mundo
conduzco un cargamento de arañazos.
Silencios como hojas rayadas por la lluvia
de una agenda de teléfonos
mordida por el viento de la calle.
Cofres astillados,
muñecas con la cara entre las manos,
betún de soledad a manos llenas
como un hatillo huérfano en la alfombra.
El telón clausura el movimiento de los astros.



Desde que se fue
el sol es una brocha áspera
y maldicen los letreros.
Los parques escuchan taladrar
el horizonte a la tormenta.
Una vez más, me quiebran las rodillas los inviernos.
Los bostezos asolan las persianas encorvadas.
Hogueras rotas.
Labios con harina anubarrada.
Grilletes como remos en los brazos.
Voces alocadas y sin rumbo galopan por aquello que te llamas.
Nunca duró menos un futuro.
Y todo se compone de otras cosas.
Las huellas incesantes
de torcidos pedregosos escalones
que me empujan,
las escenas
flotando como harapos
en la laguna sucia de mi vaso.


Siempre... el mismo naufragio... al aire envenedado del quizás en cada paso.















Termino de escribir y empiezo a tirar piedras a la luna desde que me destruyo entre las sábanas que tiendes en mis dudas. Desde que ya no quedan días coloridos ni naranjas que robar de los jardines. La ciudad es un fantasma enamorado de mentir a los viajeros. Clavo retratos en el marco de la puerta de mi isla. Me ahogo de robarte pensamientos. Sonrío para la foto y me derroto para ahorrarte munición y sufrimiento.
No podía haber más que una respuesta renegrida en el caldero de la bruja que sedujo nuestras vidas. Ni un paso más al frente que devora nuestro tiempo. Sólo un tarro de miel abandonado en una cesta a la deriva. Vías de tren cubiertas de hierbajos. Fragmentos de una vida que tropieza en el ocaso. Puñales de escarcha reluciente que demuelen los instantes en brazos de las musas.
Los lienzos innombrados se suceden en el margen de las noches sin pijama...
Ni música de uñas alargadas... ni luces de neón... ni guitarras enterradas en la playa...
ni besos... ni lágrimas varadas en mejillas inocentes... ni vicios ni defectos... ni triunfos ni barajas por mezclar... ni sueños... ni cálidas corrientes de mañanas... ni un amanecer que despedace la pesadilla torva de asumirte... ni ver marchar los días por la puerta... ni tú...
ni pájaros ni nubes ni consuelo ni marfil ni calles tan desiertas como yo.
Ni un mendrugo de pan acobardado.
Ni luz.
Ni rostro cortinado en la ventana.
Ni aire.
Ni nube de algodón.
Ni todo.
Nada.



Lo malo de los artistas es cuando son masoquistas...

[H&C]

1 comentario:

Ignatius dijo...

"En todo profeta coexisten el gusto por el futuro y la aversión por la dicha." (Desde luego, Ciorán)