La habitación en penumbra se guarda de los viajes.
Las cerraduras tiemblan tensionadas
por la incertidumbre de las manecillas.
Desconocen de sus límites,
desconchados,
huecos,
sus muros no se encuentran en esquinas,
las ventanas recelan del paisaje,
no pueden vencer a las cortinas.
Se abandona dentro de sí misma
e intenta acompañar su remembranza,
empaqueta en números metálicos
el hogar al que siempre se regresa,
su soledad intermitente,
la doble dirección de sus pasillos.
Los radiadores acaparan frío,
los teléfonos desoyen las llamadas
como un árbol que cae en medio del bosque.
Los cajones se encomiendan al secreto,
los objetos adormecen sus posibles usos.
Y la panera ayuna de jornadas
y las personas no se ven los rostros,
intuyen enseres,
deshilachan fotos.
Los silencios inventan su propio lenguaje.
Y cuando amanece la luz se arrincona,
las sábanas protegen sus contornos,
sus pasiones absortas se disuelven.
Nuestro hogar se esconde de nosotros.
El silencio cesa y las puertas se abren.
[H&C]
Un libro siempre abierto... las hojas arrancadas... una a una con rencor...