lunes, 11 de mayo de 2009

Cuando la pena cae sobre mí... quiero encontrar aquello que fui...


Hubo un momento detrás de cada frase.
Momentos rancios,
envoltorios de chocolatinas recelosas en el suelo,
palomas de mármol torturadas por la lluvia.
Momentos,
crucifijos astillados
y canciones deprimidas,
apadrinadas por voces insolentes.
Momentos que hicieron sangrar a las palabras,
como soldados miserables,
abocadas a una muerte
para ser aún mas reales.
Palabras imberbes.
Pre-palabras.
Llegaron,
como esporas descerebradas a los labios contendientes,
se mordieron ferozmente la sonrisa
y volaron lejos,
dejando sólo el aire,
como un funambulista borracho y penitente
en la tensión hilada,
cobarde,
del futuro.
Los puntos suspendidos,
la nada que los vasos
dejan de contener cuando se rompen.

Dieron mil súbditos pasos hacia el cráter
(el odio era un espumillón naranja por las calles)
y, con miedo de temerse,
quisieron no salir de sus mazmorras
por si algún lugar osado,
movido quizá por la inocencia
desbocada de los pasos alejándose,
pudiera hacer de ellos habitantes.
Quizá fue el miedo
viscoso
a tener que retroceder en ellos tantos pasos,
la luz malherida
del reflejo en las pupilas que te indultan.
Quizá fue el miedo
a las represalias en forma de cartas extraviadas,
o de patios encharcados
o estaciones de tren abandonadas
o de perros vagabundos enterrados en la nieve.
Quizá fueron las avispas arrimadas al incendio,
el torvo arremeter de los arietes en la puerta.
O quizá fue el simple miedo,
ese ogro incontinente
que contesta que no a todas las preguntas.

Pero el viento no devuelve las cosas a los hombres
y ya
(y fue simplemente eso)
no sucedió nada tras la claudicación del minutero.
Ni un ruido cualquiera
que te haga pensar en otra cosa.
Vivir fue una lección bien aprendida.
Ahora ellos no tienen palabras.
Son sus cáscaras mordidas
flotando a la deriva
en el lago macilento.
Dibujan palotes,
que vienen a ser días
rocosos y manchados
en el cansancio ambarino de la tarde
que se oculta tras el monte.
Y a veces,
se mueren sobre todos los objetos
cuando se posa,
sin pretensión alguna de cobijo,
un pájaro cualquiera en la ventana.

[H&C]


http://www.elpais.com/articulo/portada/Chavela/Vargas/elpepusoceps/20090510elpepspor_6/Tes


Y esto para que todos aprendamos algo ^^

4 comentarios:

[H/C]--(S) dijo...

Dios me quedo con "el miedo viscoso"... creo que es el mejor adjetivo para el miedo... supongo que te lo acabaré robando algun día de estos... ^^


Es muy muy buena.. aunque si ya es dificil encontrarle el ritmo a las normales... yo en esta me pierdo cada dos por tres...

me encanta de todas formas ^^

(S)

Harold Diaz dijo...

Hermoso poema!

Saludos!

Leni dijo...

Para aprender y disfrutar.
Imágenes que se mezclan...De los hombres y de las cosas de los hombres.
Metáforas incombustibles.

Me ha encantado¡¡
Con mucha fuerza¡

Beso

Punto cuadrado dijo...

No me trago que los pájaros de los que hablas puedan llevar un "cualquiera" detrás.

Al menos, no esos.
;)

(Y lo demás ya te lo he dicho, asiq me lo ahorro)


Un beso chicos.