Casandra vio a hombres y mujeres... dormitando en sus burbujas...

Las huellas que hoy son símbolo y presagio
mañana vuelven trémulas e ignotas
a sobrevivir del hambre y del cansancio,
a enmarcar el beso de sus suelas rotas.
Como esos regueros de penumbra
que aminoran el trayecto de las calles,
el amanecer cohibido que despunta
a sueldo del reloj a desvelarte.
Como hoy despiertas sola en mi regazo
a voces incluyéndote en mi olvido,
y sufres por llegar a todos lados
de golpe y sin pasar por ningún sitio.

Nos recibe en Madrid la secretaria
que me tramita el paso de los meses,
me inscribe en su soledad avinagrada
y me dispensa su sonrisa veintisiete.

De vuelta nos combaten los carteles
que sazonan la vida que nos tiñe,
urbano aletear de amor de trueque,
futuro a dos carrillos para el triste.
Manojos de aire libre de doseles
para los infelices gremios que combatan
su estupidez armada hasta los dientes,
su corazón impreso a pie de página.

Con levantar la vista apenas,
se asocian los oscuros recovecos
pendientes de prolíficos esquemas
que venden ilusiones sin remedio.

Y sujetando espejos y martillos
y luces de neón y feas de cara
existen hombres necios y eruditos
que saben caminar sobre las algas.
Son esos que piensan que el recuerdo
se embute con las uñas y los codos,
que no hay un verso fácil ni un mal cuento
ni un amor tan grande como un pan redondo.

[H&C]