domingo, 25 de abril de 2010

Y luego miro p'arriba p'a cargar la pistola.. mato a los monstruos de un tiro..

Estaba sólo, en una de esas calles largas y polvorientas, que parecen cansadas de ser pisadas una y otra vez por pies desconocidos con tacones.

Se apoyaba en la pared y miraba al cielo mientras se fumaba su cigarro. Las farolas estaban apagadas o rotas o quizás se habían aburrido de lucir, el caso es que se veían sonrientes las estrellas.

Pensaba en el por que de las cosas, en la impersonalidad que era su vida, en todas las decisiones, formas de hablar y canciones que había que aprenderse de memoria para ser aceptado… para asegurarse de hacer de alguna forma lo correcto.

Le gustaba estar en la calle porque las alturas le daban miedo, sonreía y decía que le gustaba tener los pies en el suelo, aunque siempre estuviese soñando con la luna.

Era zapatero… pero no le gustaba mucho el olor del dinero así que prefería atar los cordones a cambio de sonrisas.

No caminaba seguro… por si se tropezaba.. se escondía detrás de un muro.. para que nadie le mirara.

Asustaba a los niños en el parque.. con su rostro deforme.. de ser cada día otro hombre.. de tener sólo las metas que otros tienen… de mendigar compasión… remordimientos… vergüenza.

Un monstruo, en definitiva…


(S)

1 comentario:

Punto cuadrado dijo...

'De tener sólo als metaqs que otros tienen...'
Qué triste. Al fin y al cabo, muchas de nuestras metas no son ma´s que las metas de otros que tomamos como nuestras, o las metas de otro millón de personas.

Los monstruos se meten en los armarios, no en la calle